Tras la desintegración de la URSS, el principal conflicto mundial lo protagoniza el choque entre civilizaciones incompatibles: ya no se trata de sistemas políticos ni ideológicos, entre otras razones porque el único sistema político viable parece ser el de la democracia capitalista. Partiendo de este supuesto, los políticos occidentales han decidido, en primer lugar, que el principal problema de la humanidad no es la brutal distancia que separa a ricos y pobres y, en segundo, que es EE UU y no la ONU quien debe arbitrar la nueva situación.