Betsy es una niña huérfana de nueve años que vive en la ciudad con Tía Frances, delicada y refinada, a quien no le gusta la vida en el campo ni los parientes que viven allí.
Es tímida y asustadiza, pero su vida da un giro inesperado cuando su tía enferma y la envían a la granja Putney con unos parientes.
A lo largo de la novela, Betsy crece y aprende a valerse por sí misma, se conoce y aprende a valorar a los demás tal y como son. La autora de Dulce Hogar vuelve a sorprendernos en este relato juvenil en el que se entrevén planteamientos pioneros para su época, pero hoy día de gran actualidad, tales como la autonomía, la atención a la diversidad o el autoaprendizaje por medio de la experiencia.
Dorothy Canfield Fisher (1879-1958) escribió once novelas, más de un centenar de cuentos, varios libros para niños y un gran número de artículos. Creció en una familia de profesores universitarios y artistas y su madre la llevó consigo en sus viajes por París y Madrid. En la Universidad de Nebraska conoció a Willa Cather, compañera de clase de su hermano, quien se convirtió en una amiga para toda la vida. Se doctoró en Francés y en vez de dedicarse a la enseñanza, empezó a escribir cuentos. En 1912, con los beneficios que le reportó su primera novela, viajó a Roma, donde conoció el método Montessori de educación, cuyos principios están en la base de algunas de las observaciones que se hacen en sus novelas, entre ellas, Dulce hogar. Dorothy Canfield Fisher es, sin lugar a dudas, una de esas escritoras injustamente olvidadas que merece ser rescatada de su largo exilio editorial.