Los diccionarios suelen advertirnos de que las paradojas (del griego parádoxos, «contrario a la opinión común») son razonamientos aparentemente válidos que conducen a conclusiones absurdas. Nacidos del placer que los antiguos griegos extraían de sus continuas disputas verbales y su gusto por la contradicción y el debate intelectual, estos desafíos lógicos y filosóficos representan, según el autor de este estimulante libro, un acceso privilegiado a las preguntas fundamentales de la historia del pensamiento. Y ya se sabe que la mejor filosofía es la que nos llena de preguntas, no de respuestas. Una buena paradoja tensa al máximo nuestra imaginación y nuestra razón, y nos enseña así a ver el mundo con otros ojos.