Tomando ejemplo de Juan Alfonso de Baena y su Cancionero de poetas antiguos, Joaquín López Barbadillo reunió en 1917 una serie de poemas jocoso-eróticos extraídos de fuentes diversas, en su gran mayoría manuscritas, titulando al conjunto Cancionero de amor y de risa y dándolo a la luz dentro de su colección ?Biblioteca de López Barbadillo y sus Amigos?, que habría de reunir hasta veinte volúmenes con las mejores obras eróticas de la literatura europea traducidas por el propio Barbadillo, junto a otras de carácter iconográfico y de idéntica temática. Recuperar ahora el Cancionero de amor y de risa ha sido una tarea tan ingente como regocijante. En varios casos se han reconstruido algunos de los poemas y aclarado su autoría, tarea nada fácil, pues en muchísimas ocasiones la atribución era errónea. No extrañe, pues, al lector la extensión del prólogo y la gran cantidad de notas. Otro aspecto importante ha sido completar el texto original con dos poemas ubicados a final del XIX y principios del XX: ?La creación? de Manuel del Palacio y ?Nomenclatura y Apología del Carajo? de Francisco Acuña de Figueroa, poeta uruguayo, y único no español que figura dentro del Cancionero. Julia María Labrador Ben es Licenciada en Filología Española por la Universidad Complutense de Madrid y su especialidad es la literatura española de los siglos XIX y XX y en la relación entre cine y literatura. Alberto Sánchez Álvarez-Insúa es Doctor por la Universidad Complutense de Madrid y Científico Titular del Instituto de Filosofía del CSIC. Especialista en literatura española del siglo XX y en especial del período de entreguerras.
Joaquín López Barbadillo (Sanlúcar de Barrameda, 1876-Madrid, 1922) fue escritor, editor, dramaturgo, traductor, un reconocido bibliófilo y divulgador de obras antiguas del erotismo, creando la colección Biblioteca de López Barbadillo y sus amigos. En los primeros años del siglo XX se codeó en Madrid con lo más granado del panorama literario español de la época. Durante años trabajó como periodista en la redacción de El Imparcial. Su prematura muerte truncó muchos proyectos que tenía en mente para proseguir en esta línea de recuperación de la literatura erótica, que escandalizó a la puritana sociedad de su época, así como una carrera literaria que entonces estaba dando sus mejores frutos.