El viaje puede entenderse como una experiencia iniciática vital, una actualización de la Odisea que alimenta el caudal simbólico de la experiencia humana, durante el cual todos los sentidos se activan con el objetivo de aprehender lo que nos rodea. Desde este punto de vista, el viaje es a la vez un mecanismo de exploración, de investigación, de conocimiento, y a la vez la búsqueda de uno mismo, de nuestra propia identidad.Para la enseñanza de la arquitectura el viaje es imprescindible, porque nos permite entenderla integralmente, sentirla, palparla, olerla, trascendiendo una mera experiencia intelectual.