No deja de sorprender que un simple monje eremita, cuya vidatranscurrió en el siglo VII a orillas del golfo Pérsico, haya legado a las generaciones posteriores una enseñanza que sigue siendo viva yelocuente. Y más si se añade que pertenecía a la Iglesia nestoriana,uno de los grupos cristianos menos reconocidos durante siglos por elresto de Iglesias. El secreto de su éxito, tanto antiguo como moderno, reside en su capacidad para transmitir a sus oyentes y lectoresalgunas sencillas palabras que evocan la única Palabra, aquella que,además de estar escrita en papel, palpita en cada existencia, en cadacosa, en cada acontecimiento. Su valor hoy radica en que sigueofreciendo un itinerario de vida espiritual verdadera y eficaz queparte de la entraña misma de Dios y alcanza a cada criatura.