Madrid ha sido víctima durante mucho de tiempo de las plumas de escritores e historiadores que la describieron como un "poblachón" manchego mal construido, ciudad parasitaria que vive de la burocracia, anclada en el pasado y en el casticismo zarzuelero, lejos del progreso de las grandes capitales europeas. Y, sin embargo, el Madrid que llegó a 1931 era una metrópolis moderna.