Antes de encontrar a Brigitte y casarse con ella, la vida de Héctor no ha sido más que una desdichada acumulación de dementes colecciones con las que llenar su vacío: chapas de campañas electorales, cuadros de barcos atracados, refranes croatas, momentos contigo, partidas de nacimiento, conchas del océano índico, ruidos a las cinco de la mañana, etiquetas de quesos... y también sórdidas comidas familiares en torno a la sopa materna, sesiones compulsivas de onanismo pensando en su cuñada. Una infinita soledad. Llevado por una fuerza que le empuja a cambiar el proceso perturbador del coleccionismo, Héctor decide coleccionar a su mujer.