Presentación (Pascual Serrano) Prólogo I. Raíces de la autocracia OrtodoxiaDespotismoUniverso campesinoCultura y tradición política en Rusia: la impronta secular II. ¿Por qué se disolvió la URSS?Un esquema recordatorio sobre sus motivos y consecuencias. Disolución «técnica»Disolución «degenerativa»Disolución «espiritual» Consecuencias en el equilibrio mundial y en las relaciones de producción III. La Rusia postsoviética en el mundo de hoy HumillaciónPutin como restaurador y estabilizadorEl «comunismo» después de su finalLa vieja «nueva Guerra Fría» y sus novedadesCaracterísticas y fragilidad del régimen rusoLas ambigüedades de un mundo inquietanteEn la zona gris
La Rusia poscomunista y el particular régimen del presidente Putin, su
nacionalismo, su crítico desdén y desconfianza hacia Occidente y su cínico
escepticismo hacia los valores reclamados como «occidentales», así como el
considerable consenso que todo ello tiene en la sociedad rusa, no se comprenden
sin atender a los años noventa, a la forma y los motivos que llevaron a la
autodisolución de la URSS por sus propios dirigentes, y al rasgo central que
esa década imprimió en la conciencia social y nacional de los rusos: la
humillación. Aquel periodo no sólo supuso una gran y traumática depresión para
millones de rusos, sino que ofreció también el medio ambiente idóneo para la
reconversión social de una casta administrativa en clase propietaria. Una vez
realizada esa crucial operación, en las elites rusas se planteó de nuevo la
cuestión del Estado: recuperar su maltrecha función y restablecer su prestigio,
tanto dentro como fuera del país. Vladimir Putin, que, si concluye su actual mandato, habrá gobernado Rusia
tanto tiempo como Stalin o Brezhnev, fue el encargado de esa restauración
porque reunía tres características idóneas: era una persona «de orden» leal y
obediente, no corrupta, con sentido de Estado y, al mismo tiempo, desengañado
de las ideologías del antiguo régimen soviético y desmarcado de cualquier
tentación de poner en cuestión la turbia privatización que acabó con la
nivelación soviética y convirtió a Rusia en una sociedad de grandes
desigualdades.Pero todos estos sorprendentes vaivenes de la Rusia a caballo entre dos
siglos se insertan también sobre un entramado histórico concreto, una impronta
secular que explica no pocas inercias y regresos al régimen autocrático
tradicional en Rusia desde su misma fundación como Estado.Este libro aborda todos esos aspectos y es, de alguna forma, un epílogo
y un regreso a la gran crónica que el autor realizó hace quince años sobre el
fin de la URSS y el nacimiento de la Rusia poscomunista, La Gran Transición (Rusia 1985-2002), que Manuel Vázquez Montalbán consideró la
mejor síntesis de aquel turbulento periodo.
Hasta su despido de La Vanguardia en enero de 2018, Rafael Poch-de-Feliu fue veinte años corresponsal de ese diario en Moscú y Pekín, nueve en Berlín y en la Europa del Este, antes y después de la caída del muro, y colaborador de Le Monde Diplomatique y de la revista Du Shu de Pekín, entre otras. Actualmente mantiene un blog semanal dedicado fundamentalmente a temas internacionales rafaelpoch.com. Entre sus libros cabe mencionar Tres días de Agosto (La Vanguardia, 1991), Tres Preguntas sobre Rusia (Icaria, 2000), La Gran Transición (Rusia 1985-2002) (Crítica, 2003), La Actualidad de China. Un mundo en crisis, una sociedad en gestación (Crítica, 2009) y La quinta Alemania. Un modelo hacia el fracaso europeo (Icaria, 2013).