Tras cuatro años de cárcel, Irene decide separarse de la organización armada a la que pertenece. Ahora es una mujer de treinta y siete años que, a pesar del miedo y los recuerdos, necesita ampliar los pasos de su antigua celda en el suelo de su ciudad. En el trayecto de un viaje en autobús lleno de incidencias, Bernardo Atxaga simplifica la belleza de las palabras para presentarnos el rostro de una mujer fuerte que ha estado en la cárcel, ha sufrido por amor, y que necesita enfrentarse a su soledad y a su desconfianza para construirse de nuevo a sí mismo.