El paracaídas no era un desconocido en el mundo de la aviación. Desde que se había popularizado como medio de salvamento de los pilotos en peligro, durante los años de la Primera Guerra Mundial, todos los expertos de la aeronáutica y teóricos militares habían estudiado la forma de convertirlo en un arma de ataque. En Alemania, la cuestión de su empleo táctico fue estudiada principalmente por la 'Luftwaffe' en la década de 1930, que concibió su uso como una fuerza ofensiva de despliegue rápido en la que hombres y aparatos, ya fueran planeadores o aviones modificados para el transporte como el Junker JU-52, actuaran al unísono. Las unidades que se crearon -los 'fallschirmjäger'- se presentaron el 20 de abril de 1939, en Berlín, encabezando el desfile en honor del cincuenta cumpleaños del Führer. Ese día los asistentes a la parada militar pudieron ver por primera vez masas compactas de hombres, con su característico blusón verde, marchando con energía y disciplina. Tras los primeros saltos de Noruega, heroicos quizá, pero limitados y poco coordinados, vinieron las brillantes acciones de Bélgica y Holanda, y finalmente la campaña de Grecia, que permitió fijar de forma definitiva sus métodos de combate, que eran objeto de apasionadas polémicas.