En 1530, cruzar el Atlántico entre España y las Antillas en una nao solitaria supone una aventura llena de riesgos... Los piratas berberiscos acechan desde las costas africanas en el viaje de ida, y los corsarios franceses ansiosos de tesoros en el de vuelta, entre las Azores y el cabo de San Vicente. Unos y otros no dudarán un segundo en esclavizar o matar a tripulantes y pasajeros. Por otro lado estos últimos se verán amenazados por sus propias locuras y miserias y, a medida que transcurren los días, la fatiga los irá venciendo y hará que se pierdan más y más en sí mismos. El maestre se convierte en el señor absoluto de sus movimientos y destinos. Está más cerca de Dios, en una nao perdida entre las olas, de lo que pueda estarlo cualquier cardenal o príncipe tierra adentro. Es hombre de hierro y padre severo, además de marino arrojado que ama la noche. Sus oficiales, ante todo deben serle fieles, y los marineros, grumetes y pajes han de manejar los entresijos de jarcias y aparejos para que la nao single las aguas sin problemas. Los pasajeros viajan y sueñan. No están habituados a la mar y se han visto obligados a cruzar el gran golfo huyendo o en busca de nuevas esperanzas. Entre los pasajeros hay mujeres, algunas muy bellas. Así pues, crecen inevitablemente las pasiones de los hombres que, a veces, desprenden chispas violentas que pueden provocar más de un incendio... Están además los esclavos, negros o indios, hechos a su triste suerte, en muchos casos sin ni siquiera anhelar la libertad. Esta nao es mucho más que una simple nao: es el camino sobre los abismos, un señalador del viento, una fortaleza que resiste todo tipo de amenazas y, sobre todo, un corral de comedias donde unos y otros representan su particular escena en el gran teatro de la vida.