Hasta luego, y gracias por el pescado, imposible cuarto libro de la trilogía iniciada con la explosiva Guía del autoestopista galáctico, trata acerca de los habitantes de un planeta que siempre eran desdichados y mezquinos, de las muchas soluciones sugeridas para ese problema (en especial, la circulación de papelitos verdes) y de una muchacha que de pronto supo cómo convertir el mundo en un lugar agradable y feliz. Por desgracia, antes de poder contárselo a nadie, la Tierra fue súbitamente demolida para dar paso a una nueva vía de circunvalación hiperespacial... Desde el inicio están garantizadas nuevas y desternillantes aventuras del extraterrestre Ford Prefect (al que nadie le acepta sus tarjetas American Express) y su amigo el terrícola Arthur Dent, que esta vez desembocarán en una apoteosis surreal: la inmensa y plateada nave espacial que desciende en pleno Londres (y de paso hace añicos las tiendas Harrod?s) capitaneada por Marvin, el Androide Paranoide... En fin, la historia tiene moraleja, aunque, según nos dice, de momento al cronista se le ha olvidado. Ello no debe desmerecer la definición que Ford Prefect da en un momento de inspiración: «La vida es como un pomelo, algo amarillo anaranjado con hoyuelos por fuera y húmedo y carnoso por dentro.» «Con ese estilo Monty Python que parece resultar del típico humor británico pasado por una batidora superrealista en plena rebelión electrodoméstica» (E. Castejón, El País). «La más loca y extravagante serie de libros de ciencia ficción jamás escrita» (El Farmacéutico).
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