Hibakusha es un término japonés que se refiere a los supervivientes de las bombas atómicas lanzadas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki durante la Segunda Guerra Mundial. El término proviene de la combinación de las palabras japonesas "hibaku" (??), que significa "expuesto a la bomba", y "sha" (?), que significa "persona".
La relación entre los hibakusha y Hiroshima es que muchos de estos supervivientes vivieron y presenciaron directamente el horror del ataque atómico sobre la ciudad el 6 de agosto de 1945, cuando Estados Unidos lanzó una bomba atómica apodada "Little Boy". Este ataque resultó en la muerte instantánea de aproximadamente 70,000 personas, y miles de personas más aparecieron en los meses y años siguientes debido a las heridas y efectos de la radiación.
Los hibakusha de Hiroshima enfrentaron no solo los desafíos físicos y psicológicos de sobrevivir a un ataque nuclear, sino también el estigma y la discriminación en la sociedad japonesa después de la guerra. Muchos experimentaron dificultades para encontrar empleo y casarse debido a preocupaciones sobre los efectos a largo plazo de la exposición a la radiación.
Hoy en día, los hibakusha y sus historias son un recordatorio de los efectos devastadores de las armas nucleares y abogan por un mundo libre de armas nucleares. En Japón y en todo el mundo, los hibakusha comparten sus testimonios y trabajan junto a organizaciones antinucleares para educar a las personas sobre los peligros de la guerra nuclear y promover la paz.
Una crónica de los hibakusha, los supervivientes de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, dos de los acontecimientos más impactantes del siglo XX.
En Hiroshima, la angustia de los afectados se mezcla con la compasión, y cierta dosis de ternura, para componer el relato de sus vidas en las dos ciudades japonesas, convertidas en símbolos de paz; justo cuando regresa el miedo global a las armas nucleares.
A través de entrevistas, Agustín Rivera recoge las voces, en primera persona, de las víctimas de un suceso que marcó su existencia para siempre: el dolor, las secuelas e incluso el sentimiento de culpa por no haber podido ayudar a otros afectados en peor situación.
El libro narra además la experiencia del autor como reportero de Diario 16, El Mundo y El Confidencial en las coberturas periodísticas en Hiroshima y Nagasaki en 1995, 2001 y 2012.
Una obra para descubrir el ruido eterno de los muertos y la capacidad de superación, sin olvidar que somos memoria.
Agustín Rivera, Málaga, cosecha del 72, supo a los cinco años que sería periodista cuando escuchó a unos señores por la radio cantar goles. «Papá, yo quiero ser como ellos». «¿Futbolista, hijo?». «No, los que están al lado de los futbolistas». No sabía que ese oficio que no sabía nombrar le llevaría a estar treinta años trabajando en periódicos: Diario 16, El Mundo, donde fue corresponsal en Japón, y El Confidencial. Ha sido enviado especial a quince países de cuatro continentes. Doctor en periodismo, enseña su vocación y alienta las carreras de futuros reporteros en la Universidad de Málaga. Es devoto de Leila Guerriero, Tom Wolfe y Chaves Nogales. Hiroshima, testimonios de los últimos supervivientes es su cuarto libro de no ficción.