El ser humano quiere conocer a Dios, y Dios, por su parte, lejos derecha¬zar este anhelo, lo favorece y lo cumple. Desde el principio del cristianismo, el Evangelio de Juan ha sido visto como un texto paraadentrarse en el misterio de Dios, y no sólo de forma espiritual, sino también filosófica. Cuando la tradición monástica de finales delprimer milenio releyó este Evangelio, y de manera especial su Prólogo, descubrió un método que servía para comprender mejor la creación, alser humano que la habita y al Dios hecho Palabra que permitecomprender las realidades divinas ensombrecidas por el pecadooriginal. La homilía al Prólogo del cuarto evangelio y el comentarioincompleto que se ha conservado sirven para entender el valor y lariqueza del pensa¬miento del monje irlandés.
Juan Escoto vivió en el siglo IX. Es conocido como Scotus porque así se llamaba en su época a los irlandeses; su otro apellido, Eriugena, también significa «nacido en Irlanda». En la década de 840 se trasladó a París, donde formó parte de la escuela palatina creada por Carlos el Calvo (823-877), la cual contribuyó al «Renacimiento carolingio». A petición de varios obispos, compuso «De praedestinatione» para refutar los errores de Godescalco de Orbais acerca de la predestinación, pero su desconcertante posición avivó aún más la polémica. Fue un prolífico traductor de autores de la talla del Pseudo-Dionisio, Máximo el Confesor o Gregorio de Nisa, así como un reconocido filósofo, exegeta y teólogo. Entre sus numerosas obras cabe destacar el «Periphyseon» o «De divisione naturae», junto a una notable producción poética.