Cuando se es nativo de una isla pequeña, el amor al terruño es como un fuego que se hace tanto más ardiente cuanto mayores son la distancia y el tiempo que nos separan de él. Como la mujer adorada, la isla y su mar son la perfección.Alfredo Rodríguez-Marrón es autor de varias obras de narrativa y de varios poemarios, la mayoría de ellos publicados en Castalia.