En una casa como la mía, nadie te obliga a apagar la luz a la hora de dormir, ni a cerrar los balcones cada vez que hay tormenta; y los hermanos mayores no se ponen furiosos porque se te haya ocurrido tomar prestado el helado que tenían guardado. En esta clase de casas nunca se reciben las califi caciones del colegio, aunque a veces suceden cosas muy especiales.