Emilia Pardo Bazán se adelantó a todas las grandes damas del noir y fue pionera en nuestro país en el cultivo de la literatura detectivesca: antes de la publicación de La gota de sangre en 1911, no había en España referente alguno de un género que ya triunfaba en otras latitudes. Como certeramente señala Alicia Giménez Bartlett en el prólogo a esta edición: «Sin duda el trazo principal de este texto es la originalidad. Nos encontramos frente a una doña Emilia que subvierte todos y cada uno de los estereotipos del género. Se las compone para que el detective ocasional sea al tiempo un sospechoso de cara a los agentes de la ley: policías y jueces. Pero no solo eso: suplanta a la policía, les da órdenes, les escamotea información y es él quien impone el ritmo y las pausas de las pesquisas. Finalmente, sin despeinarse demasiado, toma las riendas de la investigación, participa en ella activamente y, a escondidas de los agentes del orden, resuelve el crimen. Justamente en la resolución del crimen es cuando la autora ejecuta la pirueta más llamativa. ¿Resolución del caso implica detención del culpable? No pienso de
Emilia Pardo Bazán (1851-1921), culta, inteligente, gran viajera y lectora, dio a conocer las nuevas corrientes literarias europeas del siglo XIX. Defensora del acceso a la educación de la mujer como pieza clave para la consecución de su igualdad, desempeñó cargos casi monopolizados por hombres: consejera de Instrucción Pública, presidenta de la sección de literatura del Ateneo o catedrática en la Universidad Central...