La habitación de los niños busca fijar el vértigo de la voz. El milagro del don que convierte a Molieri en un ser doble -cantante inigualable y hombrecito mediocre-, el juego de los niños que imitan el reglamento de los maestros, la indagación ansiosa del pasado de parte de "una memoria demencial" y los juegos de espejos entre el joven escritor y su prima a la que espía, son etapas de una misma búsqueda: captar lo que se nos escapa, escucharse con el oído del otro, sacar de su mutismo a quien se niega al intercambio. Son figuras esenciales de dispositivos perversos o sembrados de trampas para apresar lo inasible. Cada relato establece variaciones sobre la imposibilidad de identificarse con el "yo" (los niños imitan las voces ajenas, Molieri encarna a Don Juan porque está vacío), y convierte esta búsqueda, reanudada siempre por el deseo de poder finalmente verse, en un drama. Y el lector no puede sustraerse de ese cuestionamiento que lo atrapa.