Cuando Thad Beaumont en pleno bloqueo creativo, después de que su novela Las súbitas bailarinas optara al Premio Nacional de literatura y lo perdiera, decidió seguir los consejos de su mujer y publicar una serie de thrillers retorcidos y sangrientos bajo el seudónimo de George Stark, no pensó, ni por asomo, que le sería tan difícil «deshacerse» de ese otro yo que, no se explicaba cómo, había dejado de ser ficticio. Cuando el comisario Alan Pangborn apareció en su casa acusándole de un brutal asesinato, Thad quería afirmar su inocencia, asegurar que nada tenía que ver con todos esos monstruosos asesinatos cometidos tan cerca de su casa, ni con la retorcida mente que protagonizaba sus novelas policíacas, ni con las llamadas de aquella voz que, obscena y susurrante, le pedía al teléfono que se rindiese. Pero ¿cómo podía explicar que sus huellas ensangrentadas aparecieran por todas partes en la escena del crimen?
Stephen Edwin King nació el 21 de septiembre de 1947 en Portland, en el estado de Maine (EE.UU.). Pasó su infancia en Fort Wayne (Indiana). En 1971 dio clases de inglés en Maine, al tiempo que escribía relatos cortos. Desde 1974 ha escrito varias historias que han sido leídas por millones de personas alrededor del mundo. Gran parte de su obra ha sido llevada al cine con gran éxito.