- Ni hablar. Solo los hechiceros tienen ese derecho y yo estoy aquí para que nadie más se acerque a esta fuente -dice el enano.
- Yo soy un hechicero -avanza Merlín-. ¡Así que apártate!
- Solo los que tienen suficiente edad como para tener pelo en el barbilla...
- ¿Tanto como en vuestras enormes cejas? -se burla Merlín.
La cara de Mastoc enrojece y su cabeza parece una marmita olvidada en el fuego.
- ¡Sálvese quien pueda! -grita Merlín.
Merlín ha cambiado el secreto de la vida eterna por una fórmula mágica. ¡Atención a los destrozos!, Lanzarote va a pagar los platos rotos...