Desde una posición filosófica a contracorriente, que se va configurando como una búsqueda de la razón poética, María Zambrano busca abrir «claros del bosque» en los que replantear una nueva relación del ser humano consigo mismo y con el mundo. El tiempo, la persona, los sueños, lo sagrado, la democracia
son ámbitos en los que se detiene un pensamiento audaz y al mismo tiempo profundamente respetuoso con las zonas de penumbra que no alcanza a iluminar.
En Zambrano, la vieja metáfora de la razón como luz es repensada para abrazar el claroscuro y percibir, en el mismo momento del alumbrar, el centro oscuro de la llama.