«Los emigrados españoles, como vamos viendo, participaron en mayor o menor grado en las iniciativas literarias de escritores, jóvenes en su mayoría, de diferentes países hispanoamericanos. Sin embargo, de su obra o de su esfuerzo apenas quedará testimonio en el futuro, a no ser que adquieran un día prestigio extraordinario y los eruditos buceen entre las remotas y dispersas huellas del pasado. En su patria natal serán desconocidos por simple ignorancia. en el país que los acogió, por no haber nacido allí. Se dirá que en este sentido el destierro opera beneficiosamente al producir una selección natural en la especie literaria, en virtud de la cual los mediocres acaban por hundirse, quedando sólo a flote los verdaderamente valiosos. Es cierto, aunque no siempre. Por otra parte, esos manuales literarios que pasan por alto los nombres de los emigrados españoles, no puede decirse que contengan únicamente nombres de genios. Si vamos a disparar tan alto, bien podemos eliminar la historia literaria, que como tal está constituida precisamente por todos, grandes, chicos y medianos. Los genios y en esto tenía razón Croce no pertenecen a la historia.» (Vicente Llorens, Memorias de una emigración. Santo Domingo, I939z945).