Apenas arrancó el proyecto en su espíritu, se dio cuenta de sus dificultades. Durante años, Stendhal se dedicó a reunir, resumir y poner a punto los materiales de una historia que terminaron en un primer esbozo, Vida de Napoleón, escrito en Milán entre 1817 y 1818, que no fue publicado hasta mucho tiempo después de su muerte. Entre 1836 y 1837, Stendhal retomó su proyecto con una forma nueva: Memorias sobre Napoleón, también sin concluir. En estas memorias, consagradas esencialmente a la campaña de Italia, Stendhal buscó, ante todo, el elemento auténtico que pudiera impresionar al lector, pero también el que corroborara su idea. Por eso, para él, las fuentes no tienen demasiada importancia: basta con que el detalle exista, que sea verosímil o, al menos, que participe de la verdad. No siente, pues, escrúpulo alguno en asimilar determinada circunstancia por poco que parezca exacta y se aproxime a la idea que se hace de tal acontecimiento.