Una cámara de seguridad muestra a un atracador en un banco de Oslo apuntando a un empleado. El director
tiene veinticinco segundos para vaciar el cajero. Dispara. Ha tardado treinta y uno. A Harry Hole la imagen granulada
del homicidio no se le va de la cabeza. Junto a Beate Lønn siguen la pista hasta un famoso atracador. Sólo que está en
la cárcel. Además, Harry Hole tiene un gran defecto: nadie como él sabe crearse problemas. Cuando parecía que su vida
privada había alcanzado la paz con Rakel, amanece con una resaca que sólo le permite recordar la insensatez que cometió
la noche anterior: atender la invitación de Anna, una antigua novia. Esa misma mañana Anna ha aparecido muerta, y él es
el sospechoso.