Los muchos miles de lectores de Luis Sepúlveda ya conocen su gran pasión: viajar, deambular por el mundo, observar a sus gentes y escuchar sus historias. Pero Sepúlveda tiene también otra pasión, podría decirse que en simbiosis con la anterior, que es la de contar él mismo, a su modo, esas historias oídas y otras que, gracias a su desbordante capacidad de fabulación, enriquecen la realidad convirtiéndola en literatura. Pues bien, esta vez Sepúlveda nos invita a acompañarle, codo con codo, en algunos de sus periplos por las solitarias tierras de Patagonia y Tierra del Fuego. Así, conocemos a Ladislao Eznaola, vagabundo del mar en busca de un nave fantasma, a su hermano Agustín, el bardo de Patagonia, a Jorge Díaz y La voz de Patagonia de Radio Ventisquero, la ternura de Panchito y su delfín, a aviadores enloquecidos que lo transportan todo, desde vino hasta muertos, por encima de la desolada inmensidad del paisaje... El libro se abre y se cierra con dos encuentros extraordinarios del autor con Bruce Chatwin y con Francisco Coloane, escritor chileno que alimentó la imaginación inquieta del niño Sepúlveda. Apuntes de viajes, sí, pero también un aprendizaje de cómo viajar, de cómo conocer el mundo, de cómo mirarlo y quererlo. Luis Sepúlveda prolonga en cierto modo la tradición aprendida por él en los libros de su maestro Coloane y procura contagiarnos la inmensa felicidad de la verdera aventura. No en vano termina Patagonia Express con las siguientes palabras: «Nunca más estaría solo. Coloane me había traspasado sus fantasmas, sus personajes, los indios y emigrantes de todas las latitudes que habitan La Patagonia y la Tierra del Fuego, sus marinos y sus vagabundos del mar. Todos ellos van conmigo y me permiten decir en voz alta que vivir es un magnífico ejercicio».
Luis Sepulveda (Ovalle, Chile, 1949) tuvo un destacado papel como líder del movimiento estudiantil. Tras el golpe de Estado de 1973, fue primero encarcelado durante dos años, después, puesto bajo arresto domiciliario. Aunque logró escapar y permanecer en la clandestinidad casi un año, fue apresado de nuevo con sentencia de por vida por traición y subversión, finalmente convertida en exilio. Tras un periplo por Argentina, Uruguay, Brasil, Paraguay, Ecuador y Nicaragua se trasladó a Hamburgo (Alemania), y trabajó con Greenpeace durante un tiempo. Desde hace varios años reside en Gijón (Asturias). Entre sus obras destacan Un viejo que leía novelas de amor (1989, Premio Tigre Juan de novela), Patagonia Express (1995), Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar (1996), Historias marginales (2000), Moleskine, apuntes y reflexiones (2004) y La lámpara de Aladino (2008).