«Pensamientos» de Blaise Pascal es una de las obras clásicas por excelencia de la filosofía occidental, uno de esos hitos que, en cualquier antología del pensamiento universal, ocupa un lugar de honor. Cuando uno lee atentamente los pensamientos que se vierten en esta obra, tiene la impresión de ser desnudado por el autor, pues esto es precisamente lo que se propone el filósofo y matemático francés: diseccionar el alma humana y liberarla de cualquier disfraz.
El pensador francés es un buen antídoto a cualquier síntoma de fanatismo. Si entendemos la esencia del fanatismo como el deseo de obligar a los demás a cambiar, en esa tendencia tan común de mejorar al vecino, de enmendar a la esposa, o de hacer ingeniero al niño en vez de dejarles ser, los «Pensamientos» de Pascal son un instrumento muy útil contra esta tendencia. En él, hay un libre ejercicio de la razón, pero también se exponen creencias, sentimientos y pasiones con mucha claridad.
No es una obra, los «Pensamientos», para leer linealmente. Es un texto para meditar, para releer, pues cada uno de sus pensamientos contiene una fuente de sabiduría. Más allá de los tópicos, Pascal describe, con penetración, el alma humana y, al hacerlo, el lector, por alejado que esté de su tiempo, se siente retratado. No ofrece soluciones mágicas, pero sitúa con rigor los verdaderos problemas de la existencia humana.
(Clermont-Ferrand, 19 de junio 1623-París, 19 de agosto de 1662) fue un polímata, matemático, físico, filósofo cristiano y escritor francés. Sus contribuciones a la matemática y a la historia natural incluyen el diseño y construcción de calculadoras mecánicas, aportes a la teoría de la probabilidad, investigaciones sobre los fluidos y la aclaración de conceptos tales como la presión y el vacío. Después de una experiencia religiosa profunda en 1654, Pascal abandonó la matemática y la física para dedicarse a la filosofía y a la teología.