Juan Valera consideraba que el arte no tiene ningún objetivo, atacó tanto a los románticos como a los naturalistas y nunca se adscribió al movimiento simbolista, que bajo la insignia de l`art pour l`art intentaba renovar el arte en el cambio de siglo. Su escritura sencilla, llena de pinceladas detallistas y apuntes objetivos que le alejan de los románticos y su meticuloso análisis de los personajes que le acerca a Stendhal y Flaubert, está en Pepita Jiménez (1873) obra maestra de la novela española del XIX, al servicio de un joven seminarista que cuelga los hábitos por una joven viuda de veinte años a la que corteja su padre.