Quien quiera enterarse de lo que en realidad ocurrió en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, tendrá que preguntárselo a las mujeres. Y es que, entre las ruinas, los hombres demostraron ser el «sexo más débil». Así lo ve la autora de este libro, que vivió el final de la guerra en Berlín. Sus observaciones, exentas de toda autocensura, aparecieron publicadas por primera vez por un editor norteamericano en 1954, gracias a los esfuerzos de Kurt W. Marek, crítico y periodista, a quien la autora confió el manuscrito. Ahora Anagrama recoge, además del epílogo que Marek adjuntó a dicha primera edición en inglés, una introducción de Hans Magnus Enzensberger donde relata las vicisitudes por las que han pasado estas memorias desde su creación y la razón por la que la autora decidió no revelar su identidad. En este documento único no se ilustra lo singular sino lo que les tocó vivir a millones de mujeres: primero la supervivencia entre los escombros, sin agua, sin gas, sin electricidad, acuciadas por el hambre, el miedo y el asco, y posteriormente, tras la batalla de Berlín, por la venganza de los vencedores. No hay rastro aquí de aquella autocompasión que padecieron los alemanes derrotados. Una serenidad desilusionada, una reflexión insobornable, una observación despiadada y un humor macabro caracterizan este diario. La autora declara lacónicamente: «Esta historia es muy desagradable.» También queda patente su superioridad interior, al ser capaz de establecer diferencias incluso entre los soldados rusos que violaban y saqueaban. El deseo expreso de la autora fue permanecer en el anonimato. Este solo motivo desautoriza cualquier especulación sobre su identidad.