Había preferido quedarse en la cubierta del ferry en vez de sentarse en la cabina de pasajeros, y eso la salvó cuando la lancha motora chocó con ellos. Horas más tarde, con unas ropas prestadas y apenas unos rasguños, Julia no puede creer que sea una de los tres supervivientes de la tragedia. Y ella, que siempre ha sido la hija perfecta, la madre abnegada y la esposa que sabe mirar a otro lado, toma conciencia de la única vida a la que no ha estado dando importancia: la suya propia.