Pocos como los historiadores se han preocupado tanto de forjar identidades a lo largo del planeta. El pasado podemos usarlo casi para cualquier cosa que se desee hacer en el presente. Con responsabilidad para obtener reafirmación, lecciones o consejos y para abusar de él, para crear mentiras sobre un pasado que nunca existió, alimentar el narcisismo colectivo o escribir historias desde una única perspectiva.
Los usos y abusos de la historia dan para mucho. En esta obra Margaret Mead trata del modo en que se usa la Historia y en que se abusa de ella, en que se la manipula para justificar una matanza, una guerra o el poder de un tirano, en que se la sustituye por leyendas urdidas para alimentar el narcisismo colectivo, para envejecer y ennoblecer un pasado que no tuvo nada de ejemplar ni de glorioso o que sencillamente no existió.
"Usamos la Historia para entendernos a nosotros mismos y deberíamos usarla para entender a los otros", escribe MacMillan, pero el catálogo de desatinos que ella misma enumera le da a uno una idea más bien pesimista de la actitud humana hacia el conocimiento de la verdad.
Margaret MacMillan es doctora en historia y estudió en las universidades de Toronto y Oxford. Durante veinticinco años impartió clases en la Ryerson University y entre 1995 y 2003 trabajó como redactora del International Journal. En la actualidad es rectora del Trinity College y profesora de Historia en la Universidad de Toronto. París, 1919, una de las obras más premiadas en la historia de su género, obtuvo el Duff Cooper Prize, el Samuel Johnson Prize 2002 para obras de no ficción, el PEN Hessel-Titman Prize de Historia, el Arthur Ross Book Award y el Governor-General?s Prize 2003 de no ficción.