Berlín, 1936. Bernie Gunther creía estar curado de espantos, pero ahora que ha abandonado e! cuerpo de policía y se ha hecho investigador privado, el recuerdo más sórdido del Berlín de toda la vida le resulta incluso entrañable. Al menos si lo mira desde la perspectiva de la subcultura nazi, en la que cada nuevo caso parece hundirle un poco más. Violetas de marzo, eufemismo usado por los primeros nacionalsocialistas para referirse a los advenedizos, da inicio a una tetralogía narrada desde un punto de vista dolorosamente privilegiado, situada en momentos clave del espantoso transcurso de la Europa del siglo, que en la obra de I