¿Qué pueden enseñarnos los elefantes marinos acerca de La Iliada de Homero? ¿Cómo ayudan los gorilas a entender las obras de Shakespeare? ¿Qué tienen que ver los murciélagos vampiro con Steinbeck? En esta visión darwiniana de la literatura Barash y Barash nos pasean por entre los clásicos para explicar por qué sus personajes y sus tramas parecen reales. Y esto nos lleva a un concepto clave común en casi todos los enfoques del análisis literario, pero que es especialmente importante para el análisis evolutivo de la literatura: la verosimilitud. «La única diferencia entre ficción y no ficción comentó Mark Twain de forma algo irónica es que la ficción debería ser totalmente verosímil.» ¿Cómo se consigue eso? Los personajes de ficción son verosímiles cuando revelan su naturaleza humana, es decir, cuando se comportan según las expectativas biológicas. Eso es lo que subyace detrás del humor contagioso de Falstaff, la pasión obsesiva de Heathcliff, las agallas de Jane Eyre, la mezcla de ingenuidad y sabiduría de Huck Finn y el anhelo ancestral de realización de Augie March. Como dice Harold Bloom: «La asombrosa habilidad [de Shakespeare] para presentar distintas voces de seres imaginarios verosímiles que resulten coherentes y distintos entre sí se debe en parte a su sentido de la realidad, el más profundo que ha inventado jamás la literatura».