«Tal vez un día el hombre, cansado de preparar, explicar, convencer, llegue a escribir sólo aforísticamente», afirmó Samuel Johnson. Tal premisa preside este libro extraordinario de uno de los psiquiatras, memorialistas y científicos más relevantes de la cultura española reciente. Poco dado a escribir obras divulgativas o de autoayuda, CARLOS CASTILLA DEL PINO dejó, en cambio, jugosísimas reflexiones que «afloraron» en medio de sus investigaciones, destilados de una prolongada reflexión y de una cada vez más coherente teoría del sujeto. «Aflorar», según la definición de la Real Academia, es, «dicho de algo oculto, olvidado o en gestación: surgir, aparecer», y así surgieron estos pensamientos, mientras se gestaban ensayos complejos y extensos. Juntos conforman un sorprendente «arte de vivir», en clave humanista, que aconseja ante todo ser más que aparentar, no mentir, no traicionarse, trabajar sin desaliento para así formarnos y construirnos, observar y apreciar cuanto nos rodea. El lector descubrirá, en ese ideal de vida, sugerencias que tendrá que hacer suyas, porque, como el autor dice en su nota al título, si el aforismo concluye, el «aflorismo» comienza, prosigue, no acaba donde termina.
carlos
castilla del pino nació en 1922 en San Roque, Cádiz. Se licenció y doctoró en la Facultad de Medicina de Madrid. Se formó
en el Departamento de Psiquiatría del Hospital General de Madrid durante ocho
años. Trabajó cinco años en el Instituto Ramón y Cajal de Madrid y desde 1949
dirigió el Dispensario de Psiquiatría de Córdoba, donde también ejerció como
catedrático de esta disciplina. Autor de una larga serie de ensayos e
investigaciones relacionadas con su especialidad, castilla del pino es, sin duda, uno de nuestros más
reconocidos teóricos en esta materia. Tusquets Editores tiene el privilegio de
haber publicado varios títulos que lo representan en todas sus facetas: la del
ensayista, con teoría de los
sentimientos (Ensayo 45 y Fábula 183) y el odio (Ensayo 49), la del novelista, con discurso de onofre (Andanzas 377), y la
del memorialista, con pretérito
imperfecto (Andanzas 294 y Fábula 208), ahora también en esta misma
colección (Tiempo de Memoria 41).