Las máximas y aforismos de Voltaire que el lector tiene en sus manos son una selección inédita de la extensa correspondencia que el filósofo francés mantuvo a lo largo de su vida con sus coetáneos. Muchas de las inquietudes de este pensador agudo, sagaz, ocurrente, irónico, pícaro e inconformista se manifiestan en estos pequeños fragmentos: su lucha por la tolerancia y la libertad, el rechazo a todo dogma, forma de hipocresía y manifestación del fanatismo, la crítica a la sociedad, el anuncio de una próxima revolución en Francia, el correcto uso lenguaje, y la reivindicación del sentimiento humano frente a la razón, entre otras. En 1764 él mismo, veinticinco años antes de la Revolución Francesa, anticipó: ?Todo cuanto veo arroja las simientes de una revolución, que sucederá irremediablemente?. Voltaire nunca fue un filósofo convencional ?tampoco quiso nunca serlo?, pues no desarrolló un pensamiento sistemático y tuvo una vida agitada en exceso. Tanto su presencia en los salones parisinos y en la corte de Versalles como su influencia en la política europea ?entre Postdam y París andaba el juego- nos deja el rastro de un filósofo que no sólo era contemplador desinteresado de la Verdad, sino un influyente activista político capaz de intervenir decisivamente, con su letra y su persona, en el curso de la historia de aquel siglo denominado ?luminoso?. De carácter vivo, alegre y abierto, no pudo eludir el compromiso social e intelectual con su época, y, como buen ilustrado y filósofo, amó, por encima de todo, el conocimiento. Para él, epicúreo convencido desde joven, no tenía sentido la vida sino como vida feliz, de ahí que la bonheur (felicidad) constituyese la piedra angular de su filosofía moral, una filosofía esencialmente hedonista y pragmática, como quizás lo fue todo aquello que Voltaire pensó, dijo e hizo. El último verso del poema Mondain (1736) reza así: ?El paraíso terrenal está donde estoy?.
Voltaire