Hacia 158 d.C., en la ciudad de Sábrata, cerca de Trípoli, Apuleyo de Madaura se enfrentó a una acusación de magia ante el procónsul romano Claudio Máximo. Durante un viaje de Cartago a Alejandría, Apuleyo, orador brillantísimmo, filósofo y escritor renombrado se detuvo en Oea, obligado por alguna dolencia, por el cansancio del camino y por los rigores del invierno. Sicinio Ponciano, condiscípulo y amigo, lo invitó amablemente y con insistencia a hospedarse en su casa. y poco tiempo después le propuso con palabras halagadoras que contrajese matrimonio con su madre Pudentila, viuda desde hacía varios años. La señora frisaba los ocho lustros, no poseía atractivos físicos notables, y era rica tanto de bienes como de pretendientes. Apuleyo, joven de treinta años, se sorprendió de la propuesta. pero acabó por aficionarse al proyecto y a Pudentila. Y la viuda, prendada del joven escritor, decidió unirse con él en matrimonio. El suegro de Ponciano y uno de sus tios, quienes veían que la jugosa fortuna de Pudentila se convertiría en dote de Apuleyo, planearon la acusación: Apuleyo era mago, y por medio de artes maléficas había doblegado la voluntad de Pudentila. Aún cuando no conocemos el discurso real que Apuleyo pronunció en su defensa, el texto que se nos ha transmitido nos deja la impresión de que la trama de los acusadores fue aplastada por la habilidad de Apuleyo como una nuez por un golpe de mazo .