Los Apotegmas de las mujeres que en los primeros siglos de la era cristiana se entregaron al ascetismo más extremo en las soledades de Egipto, Palestina y Asia Menor constituyen un contrapunto femenino a los Apotegmas de los Padres del desierto y, junto con éstos, ofrecen la visión de un cristianismo vivido con la máxima radicalidad.