En el libro que tiene en sus manos, el lector encontrará un espectáculo variopinto de temas, géneros y registros. desde relatos de aventuras e intrigas, hasta largas disquisiciones sobre las artes las artes plásticas, fundamentalmente, sus leyes, sus límites, sus relaciones con la naturaleza, descripciones de pinturas y monumentos arquitectónicos, así como reflexiones sobre la estructura del cosmos y la organización de la sociedad civil, pasando por consideraciones sobre el amor y escenas eróticas de una explicitud y un desenfado insólitos para la época en la que esta obra fue escrita. Después de un largo diálogo filosófico, la novela termina con el esbozo de una república ideal en Naxos y Paros, las islas afortunadas a las que hace alusión el subtítulo de este relato. Desde su aparición en 1787 hasta hace poco, el Ardinghello ha sido acogido de muy diversas maneras. En torno a este libro surgió muy pronto una enconada polarización de opiniones. Herder confesó haberlo leído de un tirón. el príncipe elector de Maguncia lo leía a las damas de su corte. Goethe y Schiller lo rechazaron de plano, con pretextos estéticos pero probablemente escandalizados por algunas de las opiniones y los atrevimientos del autor. Heine y Richard Wagner se encuentran entre los lectores entusiastas de esta novela. Se ha señalado también la influencia que el Ardinghello haya podido tener sobre el pensamiento de Nietzsche. De esta obra llamaban la atención ideas y preferencias de Heinse que incluso hoy en día pueden resultar chocantes: el espíritu rebelde y libertario de este autor, su hedonismo rayano en inmoralismo, sus ideas sobre la educación y la propiedad, su defensa del amor libre, de la poligamia y de la guerra.