Cuando la cometa de un niño queda atorada en un árbol, la imaginación será el límite para intentar bajarla arrojándole toda clase de objetos. Al final, casi con una ciudad encima, el árbol culpable deja caer la pequeña cometa, que resbala suavemente hacia el niño. Ahora, el problema será bajar el mundo que ha quedado atrapado entre las ramas del árbol.