La personalidad de Edmund Burke es algo más compleja y rica de lo que se da por sentado cuando se le identifica como articulador ideológico del conservadurismo anglosajón. Su reacción frente a las primeras fases de la Revolución Francesa de 1789, desarrolladas fundamentalmente en su más conocida obra, Reflexiones sobre la Revolución de Francia, se caracterizó por la desconfianza hacia la especulación abstracta como fundamento de las instituciones políticas y, por el contrario, la defensa de la tradición y la continuidad histórica como garantía de su eficacia, un punto de vista que forma parte del acervo ideológico del conservadurismo moderno. Pero al mismo tiempo, para la tradición liberal anglosajona del siglo XIX Burke fue en lo esencial uno de los suyos por su oposición a los intentos de la Corona por ampliar su margen de acción política, su postura ante la resistencia de los colonos norteamericanos a las medidas fiscales metropolitanas o su activa reprobación de los excesos de la administración colonial en la India. Todas esas tomas de posición las llevó a cabo como político activo en la vida parlamentaria, de forma que la política práctica de la Gran Bretaña de la segunda mitad del siglo XVIII, cuyos engranajes llegó a conocer a fondo, enmarcó su vida y su pensamiento