Ya está bien de historias malintencionadas. El nuevo milagro de la especie humana alcanza su cumbre el día en el que la mujer deja de querer ser la princesa para convertirse en la madrastra. Sin medias tintas. De la buena a la mala.
¿Quién querría ser una sosa al cuidado de siete enanitos (mineros y cantarines) pudiendo tener el tipazo de su madrastra gótica? ¿A quién le gustaría perder los taconazos en una carrera de todo menos elegante en pos de una calabaza tuneada? ¿Elegiría alguna mujer morirse de miedo en el bosque, encima cargada con la compra (¡vaya cuadro!), pudiendo aullar entre las garras de un lobo? Ni zapatos de cristal, ni polvos mágicos, ni espejos sinceros. Unos buenos Manolos, polvazos de verdad y elixires de la eterna juventud. No hay vuelta atrás.
No hay nada mejor contra el estrés que unas buenas risas entre amigas, tanto más liberadoras cuanto más se ríen, las amigas, de ellas mismas. Este libro quiere ser un motivo más de carcajadas, cotilleos y puestas en común en torno a una mesa, a través de un teléfono o una batería de e-mails: reírse de la mujer moderna y sus mitos, reírse con la mujer moderna y sus mitos hacen que el nivel de exigencia disminuya. Te pongas como te pongas, los coches blancos del cuento son una horterada y un rubio vestido de azul celeste de arriba abajo también. Córtate las trenzas, regala manzanas para dormir a la competencia, fúgate con el lobo y date un baño de espuma con él. Recuerda: mientras las princesas duermen, las brujas vuelan.