Un hombre de hace siglos camina ansioso hacia un aquelarre en el primer relato de El coleccionista de láminas. Una anciana espera, sonámbula y torpe, en la plaza de una gran ciudad, ya al final del libro. Personajes reales e imaginarios comparten el mismo destino: el del acoso de los días, el de la sorpresa, la crueldad y la muerte. El pirata Drake, Guillotin, Modigliano convinen en estas páginas junto al soldado alemán que espera ansiosa e inútilmente el retorno de su amigo judío, junto a esos niños que vigilan la muerte del galgo envejecido bajo la amenazante tormenta o al actor pirandelliano que descubre el teatro vacío. Breves relatos que continúan la intención de Fotogramas del diluvio y en los que se relata la paradoja de la oscuridad y la luz de la vida: es el coleccionista del último relato el que ha ido reuniendo estas fulguraciones breves e intensas cuadros, fragmentos de Isidora Duncan, Artaud o una crónica de Gervasio Sánchez sobre el conflicto iraquí. ¿Qué permanece?: el fulgor pálido de la memoria, el recuerdo mortecino de lo que fue, la constancia del trágico empeño humano.