Stéphane Hessel, cuyo alegato contra la indiferencia ha contribuido a desperezar las conciencias de miles y miles de indignados, proclama ahora la necesidad de comprometerse, desde la exigencia ética individual y con rechazo explícito a toda violencia. A través de una vibrante conversación con Gilles Vanderpooten, desde los casi setenta años que los separan, Hessel propone medios a los jóvenes para la acción contra las injusticias, los abusos del poder del dinero y el atropello de los derechos humanos, y apela, por encima de todo, a evitar la tentación del derrotismo. «Resistir afirma Hessel no supone simplemente reflexionar o describir. Es necesario emprender una acción.» No cabe otra alternativa que comprometerse y actuar, siguiendo el ejemplo vivo, apasionante y tenaz de Stéphane Hessel, una de las figuras que mejor ha conectado con las inquietudes de esta segunda década del siglo XXI.
Stéphane Hessel nació en Berlín en 1917, pero vive desde los siete años en París. En 1939, recién iniciados sus estudios superiores, es movilizado. Dos años después, se une a la Resistencia y, en Londres, se incorpora a la Francia Libre del general De Gaulle. Apresado por la Gestapo en 1944, escapa de una muerte segura en Buchenwald al cambiar su identidad por la de otro preso. Tras la guerra, convertido en diplomático, Hessel colabora con las Naciones Unidas y, en 1948, forma parte del equipo redactor de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En 1977 ocupa el puesto de embajador de Francia ante la ONU en Ginebra. Defensor de la causa palestina, en los últimos años ha viajado varias veces a Gaza para denunciar la situación de la franja.