Mario Lacruz decidió en vida dejar inédita esta novela que llevaba el epígrafe «Mi novela de gángsters, para pagar deudas o tirar». Quizá haya que agradecerle que no hiciera esto último, pues así hoy podemos disfrutar de esta deliciosa parodia (que provocarará la franca carcajada a veces) y que sólo acentúa sus rasgos para alcanzar una verdad superior, pues a medida que avanza la acción aflora el revés de la trama y se desploman las máscaras, honorables de la sociedad dejando al desnudo el crimen y la corrupción. Como dice Pedro Zarraluki en su prólogo: «Los diálogos, omnipresentes, son de una riqueza y precisión admirables. Pero hay algo más que un divertidísmo y certero homenaje a un determinado género, hay estudio y reflexión acerca del mecanismo secreto, casi de relojero, que sostiene las historias. Al final, resueltos los múltiples crímenes y tranquilizada la ciudad, llega el momento de separarse en un vagón de tren. Lily de Vries, algo enamorada, le dice al apaleado pero escurridizo compositor: Te has portado con más valor y sagacidad que cualquier héroe de novela y eres más humano que todos ellos juntos. Desviemos los labios de Lily hacia Mario Lacruz, pues él más que nadie merecía oír esas palabras de su más seductora creación literaria.»