La fundación de Córdoba en el solar que todavía hoy ocupa, donde el paisaje dibujaba con claridad la transición entre dos universos geográficos, culturales y también humanos: Meseta y Andalucía, Sierra Morena y campiña, barbarie frente a refinamiento, minas, ganadería, pastos y caza frente a la mejor zona hispana de explotación agrícola, tuvo como principal justificación su control sobre el río, verdadero ?don? del sur peninsular como lo fue el Nilo para Egipto y factor determinante de civilización; un punto geoestratégico, en el punto mismo en el que se inicia el valle del Guadalquivir, reforzado por importantes vías de comunicación, con acceso garantizado a una am-plia batería de recursos y nudo comercial de primer orden favorecido por su puerto fluvial, con salida directa al Atlántico. Fueron todas ellas premisas de gran trascendencia para Roma, que tuvo siempre muy en cuenta este tipo de aspectos al elegir la ubicación de sus más relevantes centros urbanos y de distribución. Se entienden así su carácter rector del territorio y su papel capitalino; en una casuística muy similar a la de tantas otras ciudades destinadas a desempeñar un rol militar, político y comercial de primer orden que, en el caso de Córdoba, acabaría por fraguar en una urbe colosal y modélica, capaz de invertir todos sus recursos en crear una nueva imagen de sí misma, destinada a reforzar su fidelidad a la causa del Emperador.
Esta obra analiza a fondo la ciudad desde sus orígenes turdetanos hasta su consolidación como gran urbe clásica; bucea en sus espacios públicos y privados y persigue la huella e identidad de Roma en Córdoba a través de sus mejores producciones artísticas. Devuelve así a la luz lo que llevaba tanto tiempo oculto.