VALERA, JUAN (1824-1905) / LONGO DE LESBOS
Nada se sabe de la vida de este autor, aunque se cree que Longo de Lesbos vivió en Bizancio entre el S.II y el S. IV de nuestra era.
Dafnis y Cloe es la primera novela bucólica y la más vehemente y voluptuosa,la más refinada y seductora obra de este género novelesco de idilios campestres. Destaca la importancia de esta novela Juan Valera, el gran escritor decimonónico, autor de la presente traducción, "Tengo a DAFNIS Y CLOE por una de las obras que no envejecerán nunca. Pertenece el libro de Longo al género que ahora se cultiva con el nombre de naturalista; es una novela bucólica, rebosante de una verdad y de una pasión admirables. La verosimilitud que hoy se exige y se discute no mortificaba tanto á los griegos; ellos sólo pedían arte. Podían hacer intervenir en sus obras a las Ninfas, al Amor, a Pan y a todos los dioses de su Olimpo." Dafnis y Cloe es una novela de iniciación amorosa. Es mucho más excitante el erotismo primitivo de esta obra que toda la pornografía que nos ofrece el gris mundo actual. Es la ingenuidad de su erotismo lo que hace que esta obra permanezca viva. El despertar de la sexualidad de Dafnis y Cloe están contado con delicadeza pero no por ello deja el autor de provocar la tensión del lector. Longo de Lesbos añade picante a los amores de Dafnis y Cloe introduciendo un tercero, Gnatón, un joven borracho que siente una fuerte pasión homosexual por Dafnis, dispuesto a violentarlo, e incluso una cuarta, una mujer casada, mayor que Dafnis, que ante la inexperiencia del joven decide hacer cuanto está en su mano para que el joven pastor se inicie en su cuerpo y sacie tanto su sed de aprendizaje como los ardores que ella siente. Afirmó Juan Valera que esta novela "es la mejor que se escribió en la Antigüedad clásica. Hay en ella mérito bastante para colocarla en el número de las novelas excepcionales, de belleza absoluta e independiente de la moda." Goce el lector actual de esta extraordinaria obra, introdúzcase en un mundo perdido en que los jóvenes se bañaban desnudos en el río sin pudor, en el que las personas no se contorsionaban con ritmos frenéticos sino con el sonido y la armonía de los cuerpos celestes, o como mucho con las músicas que surgían de una pastoril siringa.