Y aquí estamos intentando arreglar lo que no tiene arreglo, sobre el amor, sobre la muerte, sobre el miedo y sobre el arte.
¿Qué haréis cuando ya no os quede tiempo? ¿Qué haréis cuando ya no existan ni los machos ni las hembras, ni las falsedades ni las apariencias, sino solamente mierda y vejez, y no podáis poner en juego ningún tipo de fama, ni de influencia, ni de belleza, ni de grandeza ni de orgullo, ni de vanidad, ni de poder? ¿Qué pasará cuando cada mañana os cueste más prepararos para existir? ¿Qué pasará cuando vestirse y asearse sea una tarea de extenuante cumplimiento? ¿Cómo evitaréis los pequeños derrames que poco a poco irán fulminando vuestra memoria, vuestra inteligencia, vuestra prepotencia y vuestra lucidez? ¿Qué pasará cuando se os olviden las palabras y las cosas, y sintáis manchas blancas en el cerebro, y estéis solos, completamente solos y desvalidos, y enfermos, y vuestro aspecto sea desagradable y repulsivo, por mucho que os lavéis, por mucho que os afeitéis, y nadie, absolutamente nadie quiera pasar un día entero con vosotros? ¿No sabéis que la juventud solamente le otorga cosas a la juventud? Entonces, ¿a quién pediréis misericordia cuando estéis a merced de todos y de cualquiera, y no tengáis nada más que pedir? ¿Cómo sabréis que habéis llegado a la demencia si es imposible saberlo, si es imposible distinguir entre lo real y lo irreal? ¿Qué pasará cuando un desconocido os lleve donde no queréis ir? ¿Gritaréis?
¿De verdad no os da miedo?
Angélica Liddell es Premio Nacional de Literatura Dramática por La casa de la fuerza (La uÑa RoTa, 2011) y León de Plata de la Bienal de Venecia en 2013 «por su capacidad de transformar su poesía en un texto que agita el mundo». Nacida en Figueres en 1966, desde niña visita a sus abuelos en Santibáñez el Bajo (Cáceres), «todo lo aprendí viéndoles arar, pisar la uva, meter las manos en el fuego sin quemarse, en cuanto hacían, había una relación directa con las cosas que no he vuelto a experimentar». En 1988, mientras estudia Psicología en Madrid, «un tiempo perdido», escribe su primera obra, era malísima, pero todavía hoy sigo hablando del suicidio. Con su compañía Atra Bilis, fundada en 1993 junto a Sindo Puche, ha estrenado una veintena de creaciones con las que ha obtenido numerosos premios, como el Valle Inclán por «El año de Ricardo» y el de Dramaturgia Innovadora Casa de América por «La pasión anotada de Nubila Wahlheim», ambas editadas por Artezblai. Un crítico la ha calificado de «monstruo escénico y autora de la palabra», y otro la comparó con Artaud y Pasolini. Cuando cumplió 42 años, «ese día me sentí mal, asustada y jodida por el paso del tiempo», se apuntó por primera vez a un gimnasio, «entonces los detestaba, ahora me encantan? mi gimnasio está lleno de actores porno gays, alegres y guapos, que desean amar y ser amados, como todos nosotros, pero para mí es ese lugar donde me reventaba durante cuatro horas seguidas para soportar la ansiedad, para buscar alivio». Y ¿allí empezó «La casa de la fuerza»? «Sí, eran ejercicios de preparación para la soledad.» Entonces, años después, «cuando más hastiada estaba de todo aquello que me rodeaba, apareció China con su modo indescifrable de estar en el mundo. Al final, lo único que cuenta en nuestras vidas cuando cerramos la puerta de nuestra habitación es el mundo afectivo, sentirse amado o no? Cada vez le doy más oportunidad al azar, a lo inexplicable?». ¿Y qué nos cuentas de tu nueva trilogía, «Ciclo de las resurrecciones»? «Pues ahora, acabo de estrenar «Primera carta de san Pablo a los Corintios». Creo que es el inicio de una etapa relacionada con lo sagrado. Quiero devolver el sentido sagrado a aquello que lo cotidiano se ha empeñado en trivializar. Según estas inquietudes, espero montar una Lucrezia («You are my destiny», se titula) el año que viene. Es como si hubiera llegado al límite de algo, al límite de lo confesional, necesito ir al polo opuesto y, tal vez, llegar al silencio.» Sus textos han sido traducidos al inglés, francés, italiano, rumano, ruso, alemán, polaco y portugués.