La misma palabra "viaje" viene envuelta, ya desde tiempos remotos, de un aroma de aventura y peligro, de un hálito de azar veleidoso y seductora incertidumbre. Cuando viajamos, no lo hacemos sólo para buscar la lejanía sino también para abandonar lo propio, el mundo doméstico cotidiano y metódico, para disfrutar del no-estar-en-casa y, por ello también, del no-ser-uno-mismo. Deseamos interrumpir el simple ir viviendo por medio de vivencias... el viaje es derroche, sumisión del orden al azar y de lo cotidiano a lo excepcional.
Stefan Zweig (Viena, 1881 ? Río de Janeiro, 1942) fue uno de los escritores más polifacéticos de la primera mitad del siglo XX. De origen judío, estudió en Berlín y Viena, tras lo cual acabó viajando gran parte de su vida. Durante la primera guerra mundial se trasladó a Zurich, donde se adhirió a las causas pacifistas del escritor francés Romain Rolland. Más tarde volvió a su país, concretamente a Salzburgo, pero el nazismo le obligó a exiliarse en 1934. Así Zweig y su segunda esposa se instalaron primero en Londres y más tarde en Brasil, donde, profundamente desilusionados por el ambiente bélico que imperaba en todo el mundo, se suicidaron en 1942. Zweig cultivó todos los géneros literarios, aunque destacó especialmente como narrador (Primera experiencia, 1923