Fue uno de los mejores articulistas del pasado siglo, uno de esos periodistas-escritores a los que se cita continuamente, pero a los que nadie, o casi nadie, vuelve a leer. De prosa incisiva, ingeniosa, imprevisible, César González-Ruano (1903-1965) plasmó las menudencias de la vida diaria con un lenguaje fresco, de frase corta, que quedaron reflejadas en miles de deliciosas columnas. Prologado por Francisco Umbral, Diario íntimo 1951-1965 se estructura año a año. Cada año, a su vez, registra todos los meses. Hay algunos saltos -días en que no escribe nada-, pero las anotaciones, desde el punto de vista cronológico, suelen guardar bastante regularidad. Unas veces surge la frase melancólica: «Salí al café Gijón a las diez, pero me volví a casa antes de las doce. El que nevara me despertó no sé cuantos más afanes de hogar sobre los que ya tengo de ordinario». O salta la chispa: «El alemán Haas me hace una fotografía. Hace viento. Le digo que el viento es muy fotogénico». Y el humor: «Vino a almorzar Fernández Flórez. Está cada día más joven. Le pregunto hasta dónde se propone llegar»...
César González -Ruano (Madrid, 1903-1965) fue un destacado periodista y escritor que, como Baudelaire, vivió inmerso en la controversia no sólo por sus obras, también por sus opiniones y por algunos episodios de su vida. Corresponsal en Berlín durante los años más duros del nazismo huyó a París sin que sepamos que motivos le impulsaron a hacerlo. En el París ocupado González- Ruano vivió la bohemia dorada hasta que la Gestapo lo detuvo y lo encarceló durante seis meses en la cárcel de Cherche-Midi. Este periodo de su vida está plagado de misterios ¿Cómo consiguió su fortuna? ¿Traficó con obras de arte? ¿Cuales fueron sus relaciones con los judíos que huían de los nazis? González-Ruano regresó a Madrid para oficiar de periodista referencial, probablemente el único que podía escribir donde quisiera, lo que quisiera y como quisiera. Para González Ruano, que vivió obsesionado por el malditismo y la poesía, la figura de Baudelaire fue un faro, un polo que lo atrapó con su magnetismo.