Escrito hacia 1630, El burlador de Sevilla significa la irrupción en la literatura de uno de sus grandes mitos, el de don Juan, el aristócrata amoral, cínico, con un punto de depravación, que conquista mujeres no por deseo sexual, sino por el mero hecho de conquistarlas. De todas las versiones del personaje, la de Tirso es la más despiadada: ostenta que el mayor «gusto que en mí puede haber/ es burlar a una mujer/ y dejarla sin honor», con lo que a la ofensa une la crueldad: desprecia las leyes divinas y humanas e incluso se mofa de la otra vida. La carrera de don Juan es la de un transgresor, no solo de la moral, sino del orden social que se gana el eterno castigo, del que también se había burlado. Obra compleja, de múltiples sentidos, es sobre todo una lectura apasionante que no ha perdido ni un ápice de su actualidad.
Seudónimo de Fray Gabriel Téllez nació en Madrid en 1579 o 1584 (ambas fechas aparecen en su biografía). Siendo muy joven ingresó en la Orden de la Merced y estuvo en América de donde regresó a los dos años para vivir largo tiempo en Toledo, donde fue Superior del convento de los Mercedarios. Se dio a conocer como escritor de comedias con el seudónimo de Tirso de Molina, pero denunciado por su labor teatral dejó de escribir durante diez años. Cultivó todos los géneros en uso en su época y sus obras pueden dividirse en autos sacramentales, comedias religiosas, comedias de historia nacional, comedias de carácter, comedias de intrigas, las grandes creaciones dramáticas y obras en prosa. El elemento relevante de su teatro es la creación de caracteres psicológicos, especialmente femeninos y el uso de una mayor naturalidad. En su obra abundan los paralelismos entre la vida temporal y la eterna, entre la vida religiosa y mundana, entre amores místicos y profanos. Sus dos obras más conocidas son Don Gil de las calzas verdes y El burlador de Sevilla.